El pueblo cuenta

Año I N° 11
Agosto de 2018

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro


India Juliana



SUMARIO

Los 7 monstruos

Los Siete Mitos del Paraguay








Los 7 monstruos


El Pueblo Guaraní Cuenta que el buen dios Tupá creó a la primera pareja de seres humanos: Rupavé y Sypavé, que fueron llamados Padre y Madre de los pueblos, respectivamente, que tuvieron tres hijos varones. El segundo fue el generoso Marangatú, benevolente padre de la bella Keraná.


Tau y Keraná



La hermosa hija de Marangatú, fue capturada por Tau, la personificación misma del espíritu del mal. Él la vigilaba desde las sombras, pues la deseaba lujuriosamente para sí. Su pasión malsana lo hizo estar dispuesto a todo. El creyó que había llegado el momento oportuno, cuando ella dormía y entonces la atacó.




Rapto de Keraná por Tau



El muy repulsivo se apareció en la tierra convertido en un apuesto galán. 
Vestía como un extranjero, llevando en sus manos una flauta mágica, que hizo sonar al pasar junto a la hamaca en que descansaba Keraná. La atrayente niña despertó y vio al joven. Nunca antes había visto a un joven tan guapo. Ella fue hechizada por la música, que escuchó complacida. El joven guapo siguió su camino y dejó encantada a la encantadora Keraná.



Metamorfosis: Tau galán



El Espíritu del Bien (Angatupyry) descubrió la trampa en la estrategia de Tau y le advirtió que no le sería fácil realizar esa empresa. Pero el maligno tenía otros recursos. Volvió días después a despertar a Keraná con el sonido de su flauta mágica. Ella niña entonces lo oyó con embeleso. Luego habló con ella, le contó historias maravillosas y la enamoró.



La flauta mágica guaraní



Angatupyry observó que las visitas de Tau se hicieron diarias y decidió a intervenir, primero sembrando dudas en la niña. Le hizo tener sueños repugnantes. En sus, Keraná vio cómo el joven apuesto y tierno se transformaba en Tau, un monstruo verdaderamente horrible. Pero la ingenuidad de Keraná la llevó a contarle sus pesadillas al joven. Así Tau se enteró de las sospechas cayó en la cuenta de que era acosado por Angatupyry y decidió enfrentarlo. 



Detalle  – Clara Pólito


Tau y Angatupyry, como en otras ocasiones, se trabaron en una lucha sin cuartel. Eligieron para encontrarse los campos próximos a las colinas de Areguá como escenario. Durante seis días con sus noches los espíritus contrapuestos pelearon fragorosamente, en cruces furibundos a corta distancia se lanzaron llamaradas de odio. Mientras tanto Keraná dormía.


Colinas de Areguá



Una vez más Angatupyry parecía estar venciendo. Tau extenuado trató de evadir las feroces embestidas del Espíritu del Bien. En su lecho, Keraná comenzó a tranquilizarse y Tau se iba retirando de sus sueños.
Angatupyry sonreía al ver casi vencido a su eterno enemigo. Tau rodó por el campo una y otra vez tratando de esquivar los ataques de Angatupyry



Keraná soñando


En el séptimo día de lucha Tau se vio a merced de su enemigo, pero con el último aliento invocó repetidamente al dios del valor para que lo ayudase a vencer. Él escuchó los ruegos del malvado y se presentó en el campo de batalla con todas sus armas. Repentinamente un viento de fuego frenó el ataque de Angatupyry. Tras las llamas, Tau lanzó una horrenda y sonora carcajada. Luego Tau se levantó y con una mirada altiva cargada de maldad vio yacer moribundo al Espíritu del Bien.




Las llamas


Keraná despertó de pronto y subió a lo alto de un árbol,  desde donde escrutó el horizonte. Tau, convertido nuevamente en el apuesto joven se dirigió hacia ella sin oposición alguna. Los jóvenes se saludaron con un largo abrazo. Entonces Tau, disfrazado de ingenuo, por primera vez le habló de sus deseos más recónditos y oscuros. Pero conducido por sus propias ansias, se mostró ante ella en su verdadero aspecto, reconvirtiéndose de pronto en el monstruo más terrible.




Tau y Keraná – Gerónimo Rodríguez



Keraná gritó y toda la tribu acudió a su pedido de auxilio. Tau se aferró a su presa y huyó en una carrera ciega. Nadie pudo impedirlo, deteniéndolo. Lo vieron alejarse llevándose consigo a la bella Keraná. Él la condujo a su morada inaccesible y bajo amenaza de muerte la disuadió de huir. A partir de entonces Tau se sació de placer en el cuerpo de Keraná. Sometida Keraná lloró desconsoladamente y sus lágrimas enfurecieron todavía más al Espíritu del Mal.


La tribu



La tribu le imploró a Arasy para que intercediera para lograr el rescate de Keraná. La indignación y el estupor invadieron el campamento. La tribu pidió castigar al desalmado. La diosa escuchó los ruegos y maldijo por toda la eternidad a Tau y a toda su descendencia, condenándolo a procrear siete hijos, sietemesinos monstruosos y deformados que darían origen a muchos de los mitos y leyendas guaraníes.



La tribu


Pasadas siete lunas desde el día en que Keraná fue raptada por el malvado ella dio a luz  un monstruo. Más aún, constantemente asediada y acosada sexualmente por Tau, Keraná, parió un hijo sietemesino periódicamente. Todos ellos al igual que su padre, malvados y seis además, fenómenos deformes.




Keraná y Tau – Marcelo Medina


El perverso Tau no sólo la engañó y raptó, sino que también la violó repetidamente. Como una indeseable consecuencia de esa indignante y reiterada acción nacieron esos siete hijos, malditos por la gran diosa Arasy (esposa del creador y protectora de las mujeres). Por eso seis de ellos resultaron ser en forma innata horribles monstruos. Y sólo uno de los recién nacidos no fue una criatura aberrante en su aspecto físico, pero sí moralmente.



La Historia Guaraní


En la mitología guaraní se considera a los siete hermanos figuras centrales. Y, mientras que en muchas regiones los dioses menores han caído en el olvido, las leyendas que tienen a estos  monstruos como protagonistas, se mantienen vivas en el recuerdo popular. Aún en la actualidad sus malandanzas son relatadas con las variantes locales y regionales correspondientes, después de haber sido conservadas en los tiempos modernos.





Los siete hermanos en orden cronológico, son:
·         Teyú Yaguá, el dios o el espíritu de las cavernas y las frutas.
·         Mbói Tui, deidad de los cursos de agua y las criaturas acuáticas.
·         Moñái, el dios de los campos abiertos, derrotado por el sacrificio de Porasý.
·         Yasy Yateré, deidad de la siesta. El único de los siete no monstruoso que rapta niños.
·         Kurupí, dios de la sexualidad y la fertilidad, asociado con la primavera.
·         Ao Ao, deidad de los montes y las montañas.
·         Luisón o Lobizón, dios de la muerte. 7° hijo varón consecutivo. Equivalente al hombre lobo.



Los siete hijos de Keraná y Tau


La leyenda que el Pueblo guaraní Cuenta sostiene que una señal de advertencia apareció en el cielo al nacer el último de los hijos de Keraná y Tau. Ese signo era el grupo de las las Pléyades. La presencia de esa constelación pretendía que los hombres se cuidasen de estos engendros. Es posible que este relato se vincule con el castigo a las siete penas que marcan a la humanidad: el miedo, el dolor, el llanto, el hambre, la sed, la enfermedad y la muerte.




Los Siete Mitos del Paraguay


El Pueblo Guaraní Cuenta que el buen dios Tupá creó a la primera pareja de seres humanos: Rupavé y Sypavé, que fueron llamados Padre y Madre de los pueblos, respectivamente. Ellos tuvieron cuatro (o más hijas) y tres varones. El segundo fue  Marangatú, padre de la bella Keraná. Ella fue capturada por Tau, la personificación misma del espíritu del mal.


Tau y Keraná



El perverso Tau no sólo engañó y raptó a la hermosa joven, sino que también la violó repetidamente. Como una indeseable consecuencia de esa indignante y reiterada acción, nacieron sus siete hijos sietemesinos, malditos por la gran diosa Arasy, esposa de Tupá el creador y protectora de las mujeres. Por eso seis de ellos fueron horribles monstruos. Y sólo uno de los recién nacidos no parecía aberrante en lo físico, pero sí moralmente como sus malvados hermanos.

Arasy – Gabriela Riveros



Narciso Ramón Colmán, como prosista escribió en guaraní bajo el pseudónimo de Rosicrán inspirándose en la tradición del Paraguay. En su texto ilustrado describió a cada uno de los malignos hijos de Keraná y Tau en orden cronológico, de mayor a menor. El Pueblo Cuenta con una respetuosa adaptación.


Narciso Ramón Colmán



Teju Jagua fue el primer hijo que Keraná dio a luz. Era un horrible monstruo de siete cabezas de perro. Más que el afamado Can Cerbero, que según la Mitología griega, contaba sólo con tres. Plutón lo tenía para custodiar la entrada al oscuro y fétido Inframundo, el país de las Sombras o el reino de los Muertos: el Hades.







Los ojos de Teju Jagua despedían llamas y su horrible cuerpo era semejante al de un lagarto. Su ferocidad fue aniquilada por voluntad expresa de Tupá. De modo no era carnívoro. Primeramente se alimentaba sólo de frutas y luego, con el nacimiento de Jasy Jatere, su hermano menor, de la miel que él le llevaba hasta su escondite. Nunca usó sus fuerzas sobrenaturales, por la enorme pesadez de su cuerpo. Fue considerado como el señor de las cavernas y el protector de las frutas.



Teju Jagua



El segundo hijo del Espíritu del Mal y Keraná fue Mboí Tui. Él vio la luz con la forma de una gran serpiente. Su lengua bífida era de un color rojo sangre. Pero su diseño era aún más fantástico que el de la Pitón griega. Pues se trataba de un híbrido, con cabeza de loro y un descomunal pico. Su piel era escamosa y veteada, como la de una víbora. Pero su cabeza estaba emplumada.






En sus ojos tenía una mirada amenazadora, paralizante y maléfica. Rondaba en las proximidades de los esteros, protegiendo a los anfibios. Adoraba y disfrutaba de la humedad y también le complacían las flores. Aún sin llegar a verle se le podía identificar, pues lanzaba terribles y potentes graznidos, que solían oírse a grandes distancias.



Mboí Tui José Escobar



Keraná abrumada y apabullada por Tau, su incontrolable raptor y  violador, concibió y parió a su tercer hijo: Moñai. Él como su antecesor inmediato (Mboí Tui), tenía el cuerpo de una enorme serpiente y además dos cuernos rectos e iridiscentes, que captaban la información sensible, como las antenas receptoras percibirían las ondas). Sus dominios era los campos abiertos.






Pero no sólo eso. También subía a los árboles trepando fácilmente y se descolgaba con gran agilidad, descendiendo velozmente para cazar aves. Con el poder hipnótico de sus apendices capitales las dominaba. Y una vez capturadas, se alimentaba de las indefensas volátiles. Es por eso que se le consideró Señor del aire.



Moñai



Moñai protegió y fomentó el robo. Estas acciones lo hacen semejante a Hermes (Mercurio) quien llevaba como símbolo un báculo con dos ofidios entrelazados, al cumplir sus funciones de mensajero, patrono del comercio y diplomático. Ladrones y sinvergüenzas invocaron a ambos en sus fechorías, aunque en diferentes tiempos y lugares. Moñai acumulaba el producto de su rapiña en una gruta del cerro Yvytykuape (Kavaju), en Atyra.



El cerro Yvytykuape (Kavaju), en Atyra


En su cuarto embarazo Keraná sintió que finalmente en su vientre se estaba gestando un ser humano. A los siete meses, como había ocurrido ya con sus hijos anteriores, parió. Pero esta vez se trató de un verdadero niño: Jasy Jateré. Sus cabellos eran dorados y su piel muy blanca. Pero había algo raro en el  recién  nacido: traía en su diestra un áureo bastón mágico.





Una leve presión sobre su varita fue suficiente para que el infante volviéndose invisible, desapareciera. El pequeño horrorizó a su madre con ese insólito comportamiento. Esta conducta se consideró comparable a la de Hermes, el mensajero de los dioses griegos (el Mercurio romano) con su yelmo (el casco de la invisibilidad). Yasy Yateré fue el duende de la siesta, que algunas versiones dicen que robaba niños.




Tuvo dominio sobre las abejas para obtener de ellas la miel que lo alimentaba. El resto lo llevaba a la cueva donde vivía  Teju Jagua, su hermano mayor. Jasy Jateré, oculto tras su figura de niño, asediaba a las jóvenes que  salían solas. Las conquistaba y poseía con el poder de su bastón mágico. Imitador de su padre, se valió cómo él de las malas artes de la magia (la flauta y la varita) y, como si los símbolos fálicos no bastasen, heredó de él sus malos hábitos.


Yasi Yateré



Keraná dio a luz a Kurupi el quinto engendro de Tau. Por su aspecto se parecía mucho a él: rasgos agudos y piel oscura. Como su padre llenó de temor a las jóvenes. Su principal característica física era su  pene enorme y larguísimo, que enrollaba en su cintura y usaba como un lazo. Era un símil exagerado de Príapo.





La mayor diversión de este espantoso engendro era raptar a las vírgenes para tener con ellas una relación sexual sin consentimiento. Las jóvenes desparecían misteriosamente. Y, cuando a los siete meses regresaban, estaban embarazadas y a punto de parir prematuramente. Los hijos de Kurupi, indefectiblemente morían al séptimo día de nacidos a causa de un extraño mal.


Kurupi – Manuel Murcia



En algunas otras ocasiones su violencia era tal que no sólo raptaba y violaba sus víctimas , sino que también mataba a las infortunadas mujeres. Cometía infinidad de crimenes de odio. Por otra parte, con el poder de su sensualidad, dominaba a los animales silvestres. Kurupi reinaba en la selva y no la abandonaba nunca, excepto para raptar a sus víctimas.



Kurupi



Kurupi – Nicodemus Espinosa
Kurupi



Como su hermano JasyJateré atacaba a mujeres que se aventuraban a internarse en la selva solas. Pero sus agresiones eran mucho más furibundas y crueles. Los comentaristas más atrevidos lo compararon con el dios romano Cupido, el Eros griego. Sólo se parecía a ellos en estar referido a lo sexual, pero lo característico de Kurupí era su vinculación con la fertilidad y la fecundidad.



Kurupí


Entregada a su infausto destino Keraná dio a luz a su sexto hijo: Ao Ao. Otro monstruoso sietemesino. Pero éste poseía como facultad extraordinaria: la de reproducirse naturalmente solo. Pero, como también era gregario, vivía  en una gran manada en las zonas más inhóspitas de los cerros y las montañas de la región silvestre guaraní.






La única manera de salvarse de la manada era trepandoa una pindó. Cualquier otro árbol en el que los perseguidos pretendieran refugiarse, sus terribles garras lo desarraigarían y derribarían en poco tiempo.  Al parecer esa palmera poseía algún hechizo contra la ferocidad de esos monstruos.



Palmera Pindó


Quizás ese hecho podría deberse a razones míticas vinculadas con la creación de la Primera Tierra. Entones Ñamandú había cruzado dos varas indestructibles y sobre ellas asentó la tierra, sostenida por cinco sagradas palmeras pindó: una en el centro y una hacia Karaí (al Oeste); la segunda, hacia los vientos nuevos (al Norte); la tercera, hacia Tupá (al Este) y la cuarta, hacia el origen del espacio tiempo primigenio (al Sur). El firmamento descansaba sobre ellas. columnas.



La Primera Tierra (La Tierra sin Mal)



Ao Ao pese a que  había nacido siendo cuadrúpedo, similar a un un jabalí, cuando atacaba podía comportarse como un feroz bípedo y  pararse sobre sólo dos de sus cuatro patas. Estando erguido su actitud, sus poderosas y afiladísimas garras y su cabeza recordaban más bien a un oso. Sin embargo, su cuerpo era como el de un ovino.



Ao Ao - Rodrigo Sojo



Bajo la tierna e inocente apariencia de cordero lograba que la gente se le acercase sin prevención ni temor. Pero, Ao Ao era no tan sólo carnívoro, sino específicamente antropófago. Él comía la carne de los humanos que por desconocimiento del peligro,  por ingenuos o temerarios se hubiesen adentrado en sus dominios. A ellos los convertía en presas, acechaba y  perseguía, acorralaba y cazaba.





El séptimo alumbramiento de Keraná fue Luisón. El último de sus hijos fue tan terrible como los seis anteriores. Su cabeza, semejante a la de un perro, dejaba ver una larga hilera de filosos dientes de diferentes tamaños. Tenía pequeñas orejas en la parte superior de su gran cráneo. Su cuerpo, por el contrario, era esmirriado y seco. Sus extremidades no lucían totalmente humanas, pues sus garras le daban un aspecto desgarbado y feroz.

Habitaba Luisón en los Campos Santos y se alimentaba de los cadáveres que desenterraba. Se le podía escuchar en las noches de luna llena, cuando trepaba a las lápidas de las tumbas, emitiendo lastimeros y aterrorizadores aullidos. Se lo podría vincular con el lobizón europeo, por ser el séptimo hijo varón consecutivo.



Luisón (Lobizón)



El poeta guaraní Narciso Ramón Colmán, el Anacreonte paraguayo, contó la aventura final con Porasy y el desenlace en la cueva de los monstruos, cuando después de muchas malandanzas, ellos ardieron y se consumieron en el fuego. Pero también le sucedió lo mismo con la doncella guaraní. Así su cuerpo ingresó en la transformación final.



La cueva de los Monstruos


El alma de la joven salió de su cuerpo  y se elevó a los cielos. Allí se transformó en la Estrella Matutina, designada por Tupá para alumbrar las auroras. Siete días con sus  noches estuvo el cerro bajo el mar de fuego, alimentado por toda la tribu. Por otra parte es destacable que la doncella guaraní haya devenido en el planeta Venus, el cuerpo perfecto de la diosa de la belleza y el amor.

        
Porasy, la doncella guaraní
           

Por otra parte, los horribles cuerpos de los monstruos fueron consumidos y sus espíritus purificados. Los siete seres maléficos ascendieron a los cielos.  Allí ellos descansaron desde entonces convertidos en siete pequeñas estrellas: la constelación de Las Pléyades (Las Siete Cabritas o Las Siete Hermanas) que la tribu llamó Eichu.

Por otra parte, las leyendas que el Pueblo guaraní Cuenta sostienen que una señal de advertencia apareció en el cielo al nacer el último de los hijos de Keraná y Tau. Ese signo era el grupo de las las Pléyades. La presencia de esa constelación pretendía que los hombres se cuidasen de estos engendros. Posiblemente este relato estuviera vinculado con el castigo a las siete penas dela humanidad: el miedo, el dolor, el llanto, el hambre, la sed, la enfermedad y la muerte.





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