EL PUEBLO CUENTA N°40

 

Año 3
Enero de 2021


Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro

El Chiqui


SUMARIO

El chiqui

Cacán

Cacanes


El Chiqui


El Chiqui


El Pueblo Calchaquí Cuenta que el Chiqui es un duende maligno, que castiga a los hombres con sequías y terremotos, distribuye las lluvias y los vientos a su capricho. Es el símbolo de la fatalidad y la mala fortuna. Los loros que en bandadas destruían los maizales se denominaban como él.


  


Los Diaguitas oficiaban las ceremonias y sacrificios para atraer la buena voluntad del Chiqui en un gigantesco algarrobo, que fue para los Calchaquíes un templo, como oportunamente ilustró el estudioso del Folklore Juan Alfonso Carrizo, en el año 1942. El  arqueólogo Juan Bautista  Ambrosetti lo definió psicológicamente: 




Los Calchaquíes hicieron intervenir en todo esto (es decir, achacaron la causa de la adversidad que perseguía a cualquier cosa que emprendieran) a la fatalidad sobrenatural representada por un numen a quien había que conjurar: el Chiquí o Vatí. 


Fiesta del Chiqui



La tendencia del hombre a crear sus dioses según su propio retrato hizo que el Chiquí tuviera los caracteres morales de los Calchaquíes y, por esto, lo encontramos vengativo, sanguinario, feroz como ellos, y al que sólo aplacaban conjurándolo con holocaustos sangrientos que le ofrecían con más o menos abundancia. 


Como esto no bastase, y el Chiquí, a pesar de todo, continuara inexorable, nació entre ellos la idea, o quizá les fue importada, de propiciarse genios tutelares que tuvieran suficiente poder para conjurarlo, y de aquí surgieron prácticas sangrientas, sacrificios de niños, quienes enterrados en preciosas urnas cerca de sus viviendas, velaban por la felicidad general, combatiendo el numen adverso.


Fiesta del Chiqui



A su vez, Adán Quiroga explicó que el Chiqui era el numen funesto, pero al mismo tiempo había que implorarle... para que la cosecha fuera pingüe. Las fiestas en su honor eran una costumbre en los sectores áridos y montañosos de Catamarca y La Rioja, ubicados en pequeños oasis, relacionados con el  cultivo del maíz.


Se le pedía al Chiqui para que a las plantas en crecimiento no les falte agua oportuna durante su desarrollo. También se vinculaba con la recolección de la algarroba. El Pueblo Cuenta que los Diaguitas creían que era necesario el calor del verano y el canto del coyuyo, cigarra grande y ruidosa, para que madurasen las vainas para hacer aloja y patay.


 

Papagayo y loro en forma de Chiqui



La cacería de animales salvajes, el baile, el canto, la competencia, los brindis reflejaban la forma andina prehispánica de comprometer a la suerte adversa para que el Chiqui no castigue tanto.

Samuel Lafone Quevedo, en sus cartas al diario La Nación de Buenos Aires, por los años de 1880, dejó el siguiente relato:


El Indio Peralta nació en el Pueblo del Pantano. Allí, para celebrar la fiesta del Chiqui, hacían reunión de hombres y mujeres, bajo un algarrobo con varias tinajas de aloja. Dos días antes de la función, salían al campo a correr liebres, guanacos, pumas y aves. Pero no a los suris (avestruces) a los que respetaban. 


Fiesta del Chiqui



Con las cabezas de los animales cazados daban vueltas al rededor del tacú (algarroba) cantando una vidala y bebiendo aloja. Por la tarde organizaban carreras de a pie para varones y mujeres. A una señal corrían hacia este. El primero en llegar obtenía el premio: huahuas (muñecos) de masa y biscochos colgados en la planta. Esta reliquia fue suprimida por el cura Maubecin hacia 1859. La fiesta tenía por objeto conjurar la mala suerte en tiempo de seca u otra calamidad.




El Pueblo Cacán


Cacán (kakán, kaká, cacá o chaká) era el idioma hablado hasta mediados del siglo XVIII por la etnia diaguita (Pazioca) en el noroeste argentino y, de acuerdo con numerosos autores como Ricardo E. Latcham, también en el Norte Chico de Chile, que comprende las regiones de Atacama y de Coquimbo.


Distribución de Lenguas en la Época de la Conquista


A la llegada de los españoles, en 1535 la mayor parte de la población autóctona de la región de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Santiago del Estero, Córdoba, y también en los territorios chilenos de Atacama y Coquimbo hablaba un idioma autóctono propio llamado cacán (kakán, kaká, cacá o chaká).



El misionero Pedro Alonso de Barzana en su carta del 8 de septiembre de 1594 al fraile Juan Sebastián escribió: El cacán usan todos los diaguitas y todo el valle de Calchaquí y el valle de Catamarca y gran parte de la conquista de la Nueva Rioja y los pueblos casi todos que sirven encomendados a la ciudad de San Tiago, así como los poblados en el río Dulce, como otros muchos que están en la sierra de Chile.





Este idioma se dividía al menos en tres grupos dialectales: el calchaquí en los valles Calchaquíes, Santa María y Yocavil; el diaguita occidental en el Norte Chico y, al este de los Andes en los valles de Belén, Hualfín y Abaucán, y el capayán en La Rioja, norte de San Juan, extendiéndose con el nombre de origen español indama hasta Santiago del Estero y Córdoba. 


KAKAN LA HISTORIA NEGADA





Por otra parte, el arqueólogo Eric Boman supuso que la lengua cacán se hablaba alrededor  del siglo XV, por el territorio occidental de la provincia de San Juan y también hasta la Cordillera del Tigre, hasta casi limitar con el punto  más alto de América: el Aconcagua, ubicado en el norte de Mendoza.





Cacanes



El pueblo diaguita cacano habría ocupado el oeste de Santiago del Estero y la zona andina de las actuales provincias de Salta, Tucumán y Catamarca. Su lengua habría sido el kakano o cacán y se trataría de un pueblo sedentario, agricultor, recolector y cazador. De acuerdo con algunas investigaciones, el pueblo diaguita cacano mostraba semejanzas con las culturas andinas del noroeste de la Argentina en cuanto a la lengua, los modos de organización social, cosmovisión y las prácticas religiosas, por lo que suelen ser clasificados por algunos antropólogos como pueblos de la montaña (Martínez Sarasola, 2005). Actualmente, este pueblo se reconoce hermanado al pueblo diaguita de los valles calchaquíes en las provincias de Catamarca, Tucumán y Salta.


En su autodefinición como pueblo, la Carta Orgánica traza un bosquejo de la historia de los diaguitas cacanos: La valiente resistencia de nuestros guerreros no impidió que la invasión y conquista española (1543) esclavizara a nuestro pueblo en campos de trabajo forzado llamados

encomiendas (Soconcho, Manogasta, etc.) causando el mayor genocidio de nuestros hermanos. 


Los últimos dos siglos, coincidente con la formación histórica del Estado Argentino, se pretendió hacernos perder identidad y fuimos sometidos a la explotación, opresión y empobrecimiento; actualmente, la ambición capitalista bajo el amparo de gobernantes, políticos y jueces,

pretende despojarnos de nuestros territorios y destruir nuestro hábitat y lugares sagrados. Sin embargo, la resistencia de los cacanos conservó las raíces desde donde volvemos a brotar.



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