El pueblo cuenta

N° 13  Año 2  
Setiembre de 2018

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro





SUMARIO


Mburucuyá

La yerba mate




Mburucuyá


La Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá es una planta con un nombre llamativo, simbólico y bilingüe. Fue llamada flor de la pasión, al ser encontrada en Perú a comienzos del siglo XVI. Rápidamente se extendió por Brasil, México, Estados Unidos y las Antillas.  En Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay crece espontáneamente. Pero también es cultivada con fines ornamentales y medicinales.

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Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


Lleva ese nombre desde el siglo XVII, cuando el papa Pablo V interpretó que simbolizaba la Pasión de Cristo, por los filamentos que componen la flor evocando  la corona de espinas de Jesús. A su vez los estambres representarían las cinco heridas en el cuerpo, los tres estilos, los clavos de la cruz y los pétalos, a los doce apóstoles. 

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Pablo V (Camillo Borghese) – Caravaggio



Los jesuitas en las misiones también asociaron la flor del Mburucuyá a la pasión cristiana a las llagas y las cuerdas con que ataron al Salvador en el Calvario. Los religiosos creyeron ver, en sus frutos rojos, las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Esta singular flor  al ponerse el sol se cierra. Pero  al amanecer, se abre nuevamente y recobra toda su lozanía natural.

Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


Existen  cientos de especies del género de las pasifloráceas clasificadas por Linneo. Sus lianas trepadoras llegan en altura a los nueve metros. Sus tallos son leñosos, su raíz perenne y sus flores de variados colores (blanco, rosa, lavanda, malva) de unos cinco centímetros de diámetro) exhalan un aroma agradable. La corola está formada por pétalos rodeados de un círculo triple de filamentos finos. 

Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


Esta planta ha sido utilizada para elaborar cataplasmas para quemaduras, heridas e inflamaciones. Su flor primaveral contiene compuestos analgésicos, calmantes del dolor y ansiolíticos. Se usa como sedante hipnótico suave y paliativo de la hipertensión arterial.  Una infusión hecha con esta flor beneficia la salud, pero también puede tener efectos adversos

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Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


A fines del verano o principios del otoño la Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá) da un  fruto de color amarillento que es comestible, pero sólo si está maduro. Pues, de lo contrario puede resultar tóxico y provocar daños estomacales. Si la dosis fuera muy elevada, incluso podría llevar a la pérdida de la consciencia y provocar alucinaciones.



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Mburucuyá


Además de esto, El Pueblo Guaraní Cuenta la leyenda de la flor de la Pasionaria. Ella era una hermosa doncella española llegada a las tierras americanas acompañando a su padre, un capitán de la armada de la corona española. Mburucuyá no era su nombre de pila cristiano.  El tierno apodo que se lo había dado un guaraní, que ella amaba secretamente.

Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


Ella se encontraba a escondidas con el nativo, ya que el conquistador no habría aprobado esa relación. El padre, por otra parte, ya tenía decidido que su niña desposara a otro capitán a quien el invasor creía digno de obtener la mano de su única hija para casarse. Pero, cuando el progenitor reveló los planes de compromiso matrimonial a la joven, ella le suplicó que no la condenara a consumirse junto a un hombre que no amaba.

Pasionaria (Pasiflora o Mburucuyá)


Sin embargo los ruegos de la infortunada, sólo sirvieron para encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsoladamente y trató de conmover al duro e inflexible padre. Pero el capitán le confirmó su decisión a la pequeña enamorada. Además le ordenó permanecer confinada dentro de la casa hasta que se celebrara boda no deseada por ella.

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Mburucuyá debió limitarse a ver a su amado desde la ventana de su habitación, dado que no estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograría burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, consiguió enviar a una criada de su confianza para que le contara a su enamorado todo sobre su limitada situación y el proyecto paterno para un nefasto futuro.

Mburucuyá


El joven guaraní no se resignó a perderla y todas las noches se acercaba a la casa de su bien amada intentando verla. Para eso vigilaba el lugar durante las largas horas de la noche, y sólo cuando advertía que las primeras luces del alba podían delatar su posición, se retiraba con el corazón entristecido, aunque no sin antes hacer sonar en su flauta una melodía melancólica.

Mburucuyá no podía verlo, pero esa música llegaba a sus oídos y la colmaba de alegría, pues le confirmaba la permanencia de su amor. Pero una mañana no la arrulló el agudo sonido del apreciado instrumento. Esperó en vano cada noche la vuelta de su amado, imaginando que él podría estar herido en la selva, víctima tal vez del ataque de alguna fiera.  
leyenda - mburucuya
Mburucuyá


Y, aunque Mburucuyá no podía creer que se hubiese olvidado de ella, su ausencia hizo que la tristeza la consumiera. La niña, cuya piel antes era blanca y brillante, se volvió gris y opaca y sus ojos perdieron los vivaces destellos violáceos. Sus labios, que rojos solían sonreír, se cerraron en una mueca amarga, para callar su inefable dolor, para que nadie pudiese conocer su inmensa pena amor.

Sin embargo, pese a todo ella permaneció frente a su ventana, pensando que quizás vería aparecer a su amante. Luego de varios días entre los matorrales cercanos advirtió la figura de una anciana guaraní. Era la madre de su amado. Ella se acercó para decirle que el joven había sido asesinado por el capitán, su padre, tras descubrir el oculto romance.

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Anciana – Horacio Guimaraens


Mburucuyá pareció recobrar sus fuerzas. Se escapó por la ventana y siguió a la mujer hasta el lugar en que yacía el cuerpo sin vida del joven. Luego lo depositó en la fosa que, loca de dolor, cavó con sus manos. Finalmente le confesó a la madre de la víctima que pondría fin a su propia existencia, pues había perdido lo único que le daba sentido a su mundo.

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Joven guaraní


Mburucuyá tomó una de las flechas de su amado y le pidió a la madre de su eterno y único amor que una vez que fuese consumado el suicidio, cubriera ambas tumbas y les permitiera descansar juntos para siempre. Y luego,  al clavar la afilada punta en el medio de su pecho, se desplomó y cayó junto a quien había amado hasta morir.

La anciana madre vio con sorpresa que las plumas adheridas a la flecha mortal (que fuera de su hijo) comenzaban a transformarse en una flor desconocida que surgía del corazón de Mburucuyá. Fiel a su promesa, cumplió con ella, cubriendo el lugar en que inertes yacían los amantes.

El canto de los Karaí - Ricardo Flecha


Poco tiempo después, quienes recorrían habitualmente la región comenzaron a hablar de una extraña planta, desconocida hasta entonces por ellos. Notaron los guaraníes que sus flores (las de la Pasionaria o Mburucuyá) se cerraban por la noche y se abrían al amanecer con los primeros rayos del sol.  Advirtieron que se comportaba como si el nuevo día la volviera a la vida.

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Danza con tacuara - Rikardo Flecha





El Pueblo Cuenta otra versión de la leyenda del Mburucuyá, en que se destaca la figura de un religioso cristiano. Esta historia fue recogida por Marisa López Palmeyro y publicada en: https://rescatando-mi-cultura-guaran.blogspot.com.ar/2015/02/la-leyenda-de-la-flor-del-mburucuya.html

Mburucuyá

Un clérigo Jesuita llegó a las Misiones del noreste argentino con el propósito de predicar las enseñanzas del Evangelio. Él cruzaba diariamente la selva buscando a los nativos para convertirlos al cristianismo. Hasta que una vez, al cruzar una picada, oyó el angustioso llanto de una niña que se había refugiado trepándose a un árbol al ser perseguida por un yaguareté.

El misionero resueltamente se dirigió hacia allí. Con eso atrajo sobre sí la atención del feroz animal. Simultáneamente le gritó a la criatura para que huyera y se salvase. La fiera abandonó a una presa: la pequeña, por otra: el sacerdote y se abalanzó sobre él.  Con potentes zarpazos le quitó la vida. La sangre del predicador regó el suelo, sobre el cual, al poco tiempo nació una planta: la Pasionaria o Mburucuyá, cuya flor le recuerda al mundo las bondades del sacrificio personal en beneficio de los demás.

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Mburucuyá




La yerba mate


leyenda yerba mate argentina
Leyenda de la Yerba Mate


El Pueblo Guaraní Cuenta que en tiempos remotos, Yasí, la Luna,  quiso conocer la tierra por sí misma y ver de cerca las maravillas que albergaba. Un buen día decidió bajar a la selva con su amiga Araí, la Nube. Para eso las diosas tomaron la forma de dos mujeres jóvenes y hermosas. Así recorrieron toda la región, hasta que cansadas de andar, buscaron un lugar para descansar.


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La Luna y la Nube


Entonces entrevieron acechándolas tras los árboles a un yaguareté agazapado sobre una roca. Súbitamente, la fiera saltó sobre ellas con las zarpas listas para el ataque. En ese preciso instante, se oyó un silbido. El felino herido de muerte cayó atravesado por una flecha. El salvador era un cazador quien al verlas indefensas, se compadeció de ellas y actuó prestamente en consecuencia.


El Mate. Su leyenda (foto 2)
Yasí y Araí


También les ofreció su hospitalidad. Las muchachas aceptaron y lo siguieron, hasta la cabaña. Al entrar el hombre les presentó a su esposa y a su hija, quien, sin pensarlo más les ofreció una tortita de maíz, que era su único y último alimento. Luego las mujeres salieron a buscar el mejor sitio para alojar a las inesperadas, pero bienvenidas visitantes.


Cazador guaraní

Él les contó el motivo de su decisión vivir solos aislados en el monte.  La razón de permanecer lejos de su tribu, era salvar y conservar  las virtudes, regalo del buen dios Tupá a su hija, su tesoro. Yasí y Araí pasaron la noche y a la mañana siguiente, después de agradecer a la familia su generosa acogida, las divinas huéspedes se alejaron de allí, con rumbo a su morada celeste.

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Tupá


Pero pese a estar nuevamente en el cielo, Yasí no olvidó su aventura en la tierra. Cada noche al ver al cazador y a su familia, recordaba su valentía y generosidad. Y conocedora de su sacrificio por amor paternal, decidió premiar a su salvador con un valioso regalo para él, su esposa y el tesoro que tanto cuidaba: la pequeña hija amada.


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Yasí, la diosa Luna


Cierta noche, Yasí  recorrió los alrededores de la selva sembrando unas semillas mágicas. A la mañana siguiente, ya habían nacido y crecido unos árboles de hojas color verde oscuro con  pequeñas flores blancas. El hombre y su familia, al levantarse,  contemplaron asombrados esas plantas desconocidas recién aparecidas. De pronto, en el cielo se vio un punto luminoso que descendió hacia ellos con suavidad.


Yasí


Luego de que se posara en tierra, reconocieron que se trataba de una de las doncellas que habían dormido en su casa, que volvía a visitarlos y les dijo:
—Soy Yasí, la diosa Luna. He venido a traerles este presente como recompensa a su generosidad. Esta planta, a la que llamarán caá, nunca permitirá que se sientan solos  y será para todos los hombres, un especial símbolo de amistad. También he determinado que sea su hija la dueña de la planta, por lo que, a partir de ahora, ella vivirá por siempre y nunca perderá su bondad, inocencia y belleza.


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Caá: Yerba Mate


Yasí, después de mostrarles la manera correcta de secar las hojas, preparó el primer mate y se los ofreció. Luego, regresó satisfecha a su puesto en el cielo. Pasaron muchos años y muertos ya los padres, la hija se convirtió en la divinidad  cuidadora de la yerba mate. Es la Caá Yarí, esa hermosa joven que pasea entre las plantas, susurrándoles y velando su crecimiento.  A ella, también confían su alma los trabajadores de los yerbatales.

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Yerbatal


Las ancianas guaraníes cuentan esta misma leyenda con algunas variantes. Por ejemplo: las diosas Luna y Nube bajaron a la selva e impidieron que un yaguareté matara a una aterrorizada joven, que les ofreció en agradecimiento hospedarlas y alimentarlas, aún desconociendo sus divinas identidades. Por ese gesto se hizo merecedora de ser la Caá Yarí.

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Caá Yarí – Viviana Méndez


Caá Yarí es la que cuida no sólo de la yerba mate, sino de las plantaciones y las personas que trabajan en ellas. Los yerbatales, no obstante aún actualmente muestran formas de cruda explotación laboral de adultos y niños. La prohibición legal del trabajo infantil no es razón suficiente para impedir que las empresas la empleen para multiplicar sus beneficios y utilidades.

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Trabajo infantil


Pero quizás sea necesario aclarar que la tarea en los yerbales no era fácil, así como  ahora tampoco lo es. Entonces requería encontrar un yerbatal lo suficientemente denso y extendido para que no se agotase muy rápidamente. Los recolectores de la yerba mate (los mineros) eran por lo general guaraníes y mestizos y continuaron siéndolo después como mensúes.

Trabajo en los yerbales


Los ancianos del Pueblo Guaraní Cuentan que en el corazón de la selva misionera, Yar, un nativo  de mucha edad, agobiado por el peso de sus muchos años se detuvo al borde de un arroyo, pues ya no podía seguir moviéndose con su tribu. Sus compañeros siguieron a pie su camino, como era natural en su tribu, que deambulaba, buscando recursos en la tierra, sin agotarla.

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Guaraníes


Su modo de vida itinerante, basado en la caza, la pesca y la recolección, implicaba que no se asentarían en un sitio más tiempo de lo que durase una cosecha. Pero, por la limitación impuesta por su avanzada edad, el anciano se quedó el mismo lugar. Entonces su hija Yarí se quedó con él, pues no quiso dejarlo solo y abandonado en la espesura del monte misionero.

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Él construyó para los dos un refugio. Una tarde llegó hasta su hogar un extraño. El viajero hablaba en guaraní como ellos. Y pese a que el idioma era el mismo, su aspecto y sus ropas lo hacían parecer forastero, ajeno a esa región y a su etnia. La joven y su padre quisieron agasajar al extraño. Para él asaron un acutí y lo convidaron con ése y otros humildes manjares que el ambiente silvestre les ofrecía.


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Acutí



El forastero visitante era el mismísimo Tupá,  quien después de haber recibido tantas muestras de hospitalidad por parte de ambos, buscó retribuir sus atenciones y recompensarlos. Por eso les dejó un obsequio  para que pudieran dar siempre un generoso agasajo a sus huéspedes y aliviar sus largas y solitarias horas: la yerba mate.


El Mate. Su leyenda (foto)
Caá Yarí – Clara Pólito


El dios del bien hizo nacer en la silva un nuevo árbol y nombró a la muchacha como la diosa protectora de ese vegetal. La piadosa niña fue llamada desde entonces  Caá Yarí, guardiana y a Yar como custodio de los yerbatales. Luego Tupá enseñó a secar con fuego las ramas y preparar una exquisita infusión vivificadora y estimulante que repondría las fuerzas a quienes la bebiesen y que sus ocasionales visitantes hallarían energizante y deliciosa.

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Mateando


Con la conquista los misioneros jesuitas dieron versión adaptada al cristianismo del origen de la planta de yerba mate, que recogió Juan B. Ambrosetti en su obra Supersticiones y leyendas. En ella el beneficiario y benefactor es Jesús, quien después de consultar con sus apóstoles actuó en forma análoga a la de Tupá.

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Dios, entonces, lo hizo llamar, y le dijo estas palabras: “Tú que eres pobre has sido generoso; yo te premiaré por esto. Tú posees una hija que es pura e inocente y a quien quieres mucho; yo la haré inmortal, para que jamás desaparezca de la tierra  Y Dios la transformó en la planta de la yerba mate, y desde entonces la yerba existe, y aunque se corte vuelve a brotar.


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Yerba Mate – Xica



Yerba Mate – Xica


La nueva religión realizó otra adaptación, indicando que Dios, en lugar de transformar a la joven, la hizo dueña de la yerba. Ella aún actualmente supervisa los yerbatales, prodigando sus favores a aquellos que hacen un trato con ella. En la explotación de la yerba, aún después de la expulsión de los jesuitas, trabajaban los llamados mineros por la tarea de encontrar el oro verde

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Mineros de la yerba mate

El minero (guaraní o mestizo), que quisiera pactar con Caá Yarí, debería esperar hasta la Semana Santa, ingresar en la iglesia y prometer que viviría siempre en los montes misioneros y jurar además, que no tendría trato alguno con ninguna otra mujer. De no cumplir, sería duramente castigado.
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Caá Yarí



… hecho ese voto, se encamina al monte, depositando en una mata de yerba un papel con su nombre y la hora en que volverá para encontrarse con ella. El día de la cita, el minero debe tener gran presencia de ánimo, pues la Caá Yarí, para probar su valor, lanzará sobre él víboras, sapos, fieras y otros animales propios del monte, sin otro objeto que el de probarlo. En recompensa de su serenidad, se aparece Caá Yarí, joven y hermosa.

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Caá Yarí



Esto originó otra leyenda desprendida tal vez de aquélla (o independiente, pero incorporada a ella con posterioridad). En ella se cuenta que los mineros hacían un pacto con la diosa Caá Yarí, para asegurar el éxito de su recolección de la yerba mate silvestre. El trato consistía en una especie voto: vivir siempre en los montes y no estar con ninguna mujer que no fuese ella.

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Mensú – Fidel Fernández


Los mineros antes de internarse al monte dejaban bajo una mata de yerba un papelito doblado con su nombre y una fecha determinada en que la diosa, lanzaría contra él los peligrosos animales de la selva, para ponerlo a prueba. Si la pasaba recibiría como premio ser el único en ver a la invisible Caá Yarí, quien le daría sus valiosas hojas.


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La cultura guaraní construida en torno a la yerba mate, su medio natural y sus trabajadores han inspirado narraciones populares anónimas y también a escritores de la talla de Horacio Quiroga. Este autor produjo Los mensú, que es un modelo literario por el esmerado uso que hace de las  funciones del lenguaje.

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Horacio Quiroga


Las artes plásticas y las historietas también han sabido capitalizar su riqueza. Roberto Fontanarrosa, por ejemplo, muestra a los personajes centrales de su tira: Inodoro Pereyra y Mendieta compartiendo un único mate (con dos bombillas), más allá del territorio guaraní (en medio de la llanura pampeana).

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Mateando – Roberto Fontanarrosa


El cine mostró el mundo de la yerba mate y también denunció la situación laboral próxima a la esclavitud, a que dio lugar. Mario Sóffici dirigió en 1939 Los prisioneros de la tierra; y en 1952 el realizador Hugo del Carril lo volvió a presentar en su película  Las aguas bajan turbias, (Infierno Verde) basada  en la novela  El río oscuro de Alfredo Varela.


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Las aguas bajan turbias


La Escultura, como las otras Artes Plásticas, ha respondido a la invitación hecha por el tema legendario con producciones variadas. Estas obras han servido para ilustrar al público sobre la cultura guaraní y embellecer los ya atrayentes lugares naturales. Un ejemplo digno de ser tenido en cuenta está en la boca del arroyo Yabebirí (Río de las Rayas) en la Provincia de Misiones, Argentina.

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Yar, la Luna, la Nube y el Yaguareté


La Música también se hizo eco y dio su melódico testimonio. Algunos artistas afamados contribuyeron al conocimiento del mundo de los oprimidos trabajadores de los yerbatales. Entre  ellos destacan los nombres de Soledad, el Chaqueño Palavecino, Los Nocheros,  Ramón Ayala, Los Manseros Santiagueños y Horacio Guaraní.

El Mensú
Soledad. Chaqueño Palavecino. Los Nocheros 



El Mensú
Horacio Guaraní



La Danza aunó la historia contada por la leyenda con la música, empleando el cuerpo como  instrumento privilegiado, cuya ductilidad permitió lograr movimientos que concretasen una coreografía de hermosa plasticidad, como la de Luis Marinoni para el Ballet Folklórico Nacional Argentino, en su versión de Pacto y Muerte del Mensú.










 El pueblo cuenta N° 43 Año 3 ABRIL   2021 Texto: Alicia Grela Vázquez Imagen: Elsa Sposaro La Salamanca SUMARIO La Salamanca El duen...